Un rumor vino de la inmensa estepa rusa, nosotros en Patagonia Norte
salimos de noche para buscar al verdadero chupa cabras, el Chupa Kabra Bike.
La salida ocurrió cuando caía el sol, a las 19:57 del 27 de octubre en
Villa El Chocón, fue como un salto a la nada, al aparente vacio de la estepa
patagónica. Al pasar los minutos y las horas nos internamos en la noche bajo la
luna llena, compenetrados en lo que para unos pocos era el mundo en ese
instante, un pequeño universo de 50 ciclistas rodando sobre los caminos recién
regados por la lluvias de octubre.
Escuchar el rumor de la ruedas contra la piedra es un ejercicio
extraño, se escuchan desde muy lejos debido al silencio que reina en ese espacio
inmenso dándole un sello patagónico a la acción.
Alguno pinchó una rueda y allí nos agrupamos para ayudar. Una vez
arreglada la avería, al asiento, conversar o callar, disfrutar un espectáculo de
sombras, todo tiene una significación extraordinaria, el momento lo es.
Errantes figuras recortadas sobre el horizonte, quijotes 2.0 tal vez,
viajamos a través de sueños interrumpidos por una estrella fugaz invadiendo la
noche con un amanecer amenazante que no alcanza, vuelve la oscuridad y nos
reunimos en el PC 1, en un puesto de campo, el de la familia Lauquen que cedió
su casa para nuestra comodidad, nos calentamos en el fogón y disfrutamos un
simple mate cocido con un pancito que nos dieron Pía, L’Bete y Nico los
responsables de tener luz, música y estimulantes frases como: pedalea viejo que
estás todo entierrado, consecuencia de una caída en una bajada.
Salimos a la noche, a lo lejos un perro anunció nuestro paso, en la oscuridad
de unas picadas con muchas curvas, arañas pollito, bifurcaciones y arenales se extravió
un participante, salimos a buscarlo, algunos volvimos un par de kilómetros
mientras el resto del grupo improvisó una fogata para hacerse ver y contener el
frío que entraba con una briza que barría la estepa. Detrás de las montañas,
las historias de chupa cabras, almas en pena y gritos del abismo de los anfiteatros
cercanos.
Nos encontramos en medio de las jarillas, de vuelta reunimos a todo el
pelotón, nos calentamos, apagamos el fuego y a pedalear que al PC 2 aun estaba
a 35 Km.
Subimos hasta un lugar conocido como la Encrucijada o Los Santitos,
allí nos agrupamos, Jorge Tear y Marco Forlini contaron su travesía inicial
desde Neuquén a Chocón por la ruta en la mañana para hacer doble recorrido,
después continuamos con más sueño, con nuevos dolores, y con la luna
apagándose, exigiendo más atención y poniendo a prueba los sistemas de
iluminación que iban desde sofisticadas linternas de varios cientos de lúmenes
hasta unas velitas incandescentes de mucho consumo y poca luminosidad.
El PC 2 a cargo de Pedalino, Martin y Rikko estuvo a la altura de las
circunstancias, con parte del equipo averiado pudieron resolver su compromiso
de ofrecer las mínimas comodidades para los bikers, lo pasamos bien aunque la
preocupación creció cuando supimos, luego de un rato, que faltaba uno de los
participantes, salieron dos grupos en camionetas para buscarlo, una lo encontró
junto a otro ciclista, en principio pensamos que se trataba de un perdido del
año pasado que aun buscaba la asistencia, pero no, era uno bien rasurado que
había dado la vuelta completa y por eso se había escurrido de la planilla, Raúl
Cáceres salió de Neuquén en bici, se reunió con el grupo en Chocón y siguió con
nosotros para Neuquén. Todos tranquilos, de a poco el ruido característico de
las bicis, al camino, con pendiente favorable hasta Las Perlas donde nos
agrupamos y continuamos hasta OWE, una travesía que parece elástica, las cuadras
tienen una apariencia especial para que el que ha pedaleado toda la noche, nos
pasan unos borrachos en auto, otros en bici, muchos rodamos como ausentes, más
de 100 kilómetros, las 7 de la mañana, solo estábamos concentrados en el
desayuno y una posible cama.
Daniel, Hernán y Francisco, otros voluntarios y el Turco Antimi, OWE
manager, nos esperaron con un excelente desayuno, entregamos las remeras
recordatorias y nos fuimos a descansar.
Le arrebatamos la noche a un sábado, hicimos otro CHUPA KABRA BIKE, el
octavo, con la mitad de participantes que el año anterior, con renovada energía,
alegremente extenuados y comprometidos con hacer más aventuras de este tipo,
con gente de este tipo.
Gracias a todos pudimos cumplir con el objetivo central de estos
eventos: “formar un gran equipo”. Para lograrlo, no solo fue necesario pedalear
mucho y bien, también sumar imprescindibles virtudes humanas: paciencia,
compromiso, comprensión, responsabilidad y más. Cada uno ayudó a que hubiese ningún
abandono. Tomando café con los ojos pesados por el sueño y el cansancio
celebramos una victoria colectiva conseguida con el aporte individual de entrega
y aptitud, ganamos todos, otorgándole sentido a los esfuerzos familiares, económicos, logísticos,
de los sponsors, organizativos y humanos. Los organizadores además de agotados
por la pedaleada estamos satisfechos, cumplimos con nuestro propósito, organizar
un nuevo evento deportivo en el que nadie sienta que ha perdido.
Hasta la próxima aventura.
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